CULO O CODO
Vivimos una época incierta, de constante inestabilidad, tanto personal como a gran escala: constantes problemas geopolíticos, guerras, variables macroeconómicas que nos repiten hasta en la sopa empeñándose en que las memoricemos sin que tan siquiera las comprendamos, porque comprender, porque pensar, porque ser críticos, desde luego no conviene, y a quien menos conviene es a uno mismo.
Es curioso, porque mientras tenemos a solo un click de distancia cualquier tipo de dato, como la fecha de nacimiento de que sé yo que famoso… a ese mismo click de distancia tenemos todo un abanico de noticias, las cuales, hablando de los mismos hechos, nos trasladan informaciones absolutamente contradictorias. Obligando a nuestra curiosidad a que en un ejercicio cuasi detectivesco se preocupe en indagar, en contrastar, en escarbar hasta la deep web para localizar una fuente de información veraz.
Pero ¿qué pasa cuando es aún más complejo?, cuando no es solo una noticia, cuando estamos ante un adoctrinamiento del que ni si quiera hemos podido darnos cuenta, porque hemos nacido con ello intrínseco, nuestros padres, nuestros abuelos, ¿Quién inventó esto?
Imagínense que les dijeran que ustedes realmente no son ustedes, que todo lo que les han enseñado solo es un producto perfectamente orquestado para generar un aborregamiento global y una población subyacida sin capacidad de crítica.
Sé que les pido algo muy complicado, porque les pido que se paren a pensar, y no pretendo llamarles imbéciles, pero sí decirles una verdad, tanto ustedes como yo somos bastante estúpidos. Y somos estúpidos desde el minuto uno en el que nos privaron del pensamiento.
Ustedes pueden saber mucho de sintaxis, de matemáticas, conocerán muchos idiomas, serán unos excelentes oncólogos, o unos magníficos arquitectos, quizá dominen los dos pies al nivel de Santi Cazorla, o disparen flechas más rápido que Légolas (y no me refiero a lo que hacen por las noches en las discotecas, golfos…).
¿Pero cuántos de ustedes saben pensar? Espero que muchos, así voy a reformular la cuestión, ¿a cuántos de ustedes les han enseñado a pensar, a cuestionarse sus virtudes o defectos, a plantearse sobre lo moralmente preestablecido?
En esta parte de la lectura estoy
seguro de que la mitad os vais a bajar de este barco, pero para quien tenga un
poquitito de curiosidad vamos a jugar a un juego. Vamos a jugar al juego de
pensar…
Piensen, piensen un momento en todo lo que saben, piensen un momento en el sistema educativo que se lo ha enseñado, piensen en los canales de distribución a través de los cuales se les reparte la información, piensen (y sé que ésta es difícil) en cuántas formas conocen de pensar.
Voy a intentar abandonar este esquema tan cubista para que podamos todos ponernos en contexto, y como ya habrán visto en anteriores escritos, voy a hacerlo a través de una pequeña anécdota:
Debiera tener 13-14 años cuando aprobé mi último examen de matemáticas. Era una guerra perdida, yo les odiaba a ellas y ellas no me lo ponían nada fácil a mí. Pues imagínense, si ya me distraía fácilmente, lo que podía ser tenerme como alumno cuando algo no me gustaba… pobres profesores, reconozco que algunos se ganaron el cielo.
Con estos mimbres y tras varios suspensos me reprendió por enésima vez aquella mañana la profesora de matemáticas.
- “No puedes solo intentarlo, prestar un poco de atención, te vendrá bien, esto es importante para tu futuro” (realmente no dijo nada de esto, lo que pasó es que se cagó en todos mis ancestros y envió una nota a mis padres, pero quédense con el entrecomillado, que es más poético).
Ante esto, yo que, aunque no lo pareciera, algo de la lección estaba cogiendo, educadamente (aunque con bastante sarcasmo) le contesté:
- “Si es usted capaz de indicarme una situación de mi futura vida adulta en la que yo requiera realizar una sucesión aritmética para poder sobrevivir, me comprometo a sacar por encima del notable en el próximo examen”.
¿Saben qué pasó? Que me expulsó de la clase y jamás volví a aprobar un examen de matemáticas….
¿Con esto quiero decirles que deban ustedes rebelarse contra la autoridad? En absoluto, no tienen aquí a Bakunin precisamente, espero que tampoco lo buscaran. Lo que quiero es invitarles a plantearse lo prestablecido.
Nos hemos hartado a memorizar libros, lecciones, fórmulas, que replicábamos unas semanas después en exámenes somnolientos. Pero alguna vez alguien ¿les preguntó qué les parecía?
Quizá este debería haber sido el primer post del blog, porque nace justo de aquí, de una necesidad de plantearme cosas, de desear que más gente se las planteara, de discutir, no sobre el hecho, sino sobre la base. No va de confrontar posturas, es mucho más profundo, va de plantearnos de dónde vienen estas posturas, ¿Por qué somos como somos y por qué pensamos como pensamos? ¿Son realmente nuestras estas ideas?
Va de reflexionar, reflexionen sobre el materialismo más trascendental, o sobre el concepto más simple, divaguen sobre el centro de la existencia, o divaguen sobre si fue primero el color naranja o la fruta, pero plantéense cosas.
Miren, si ustedes quieren, el primer planteamiento similar al de la naranja se lo regalo yo aquí, para facilitarles el ejercicio: ¿el apellido de Gabriel da sentido etimológico a la palabra Rufián o por el contrario el sentido etimológico de Rufián da apellido a Gabriel? Esta pregunta les encantaría a los que diseñaron el cuestionario en el Referéndum del Procés.
Bromas (o no) aparte, este es el quiz de la cuestión, o ¿quizá sea la cuestión del quiz?, esta es compleja, así que para que ustedes decidan si quieren o no sumarse al ejercicio de divagar, para que ustedes diriman si esto puede hacerles más felices, les dejo una pequeña cita, e inmediatamente después una pequeña fábula, quédense con lo que gusten:
Aquí llevan la cita parafraseada, y es que decía Eleanor Roosevelt, que:
En la vida hay tres grupos de personas: las más inteligentes debaten sobre ideas; un segundo grupo opina sobre los sucesos; y el tercer grupo es aquel que habla de otras personas.
Por el contrario, aquí tienen su fábula:
Creo que se llamaba Julio el cerdito, que feliz en su corral comía y disfrutaba de la vida, ajeno a los males que le pudieran acaecer: Julio tenía un enorme charco de barro, una sombra donde dormir la siesta, y un gran barreño de pienso y bellotas (que era de recebo el cerdo). Feliz pasaba los días nuestro cerdito cuando por accidente oyó a sus captores hablar de lo que iba a ocurrirle al puerco el día de San Martín. (Nota para urbanitas: es el día de la matanza).
Así pues, conocer tan escabroso detalle, a nuestro Julio, lo llenó de desazón y con el propósito de evitar tan ingrato final, tomó la decisión de dejar de comer para esquivar el ocaso. ¿Qué le paso entonces a Julio? Que su vida mutó en tristeza, sus días se apagaron, y que murió de hambre antes ni siquiera de llegar a San Martín.
Inteligentes o felices, ustedes
deciden, pero como siempre les digo: no esperen un final, no quieran una
conclusión, ni tan siquiera en este caso mi opinión.
Abrazos.
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